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jueves, 29 de septiembre de 2011

Bolivia: Morales en crisis política y con escaso apoyo de indígenas


Una huelga general convocada por los sindicatos y manifestaciones en todo el país ponen contra las cuerdas al aislado presidente de Bolivia

La crisis que afronta el Gobierno de Evo Morales se profundiza. Los cambios en el Gobierno, donde han caído dos ministros y varios funcionarios de segunda línea en lo que va de semana, no logran apaciguar el malestar mayoritario de la población. La huelga general de ayer se transformó en manifestaciones, marchas, bloqueos y protestas en todo el país.

La población exige responsabilidades por el brutal asalto de la Policía a un campamento de unos 1.500 indígenas, que se oponía a la construcción de una carretera en el corazón del Parque del Territorio Indígena Isiboro Sécure (Tipnis), entre Cochabamba y el Beni. La sociedad, muy sentida con las imágenes que recogen el uso de una violencia desmedida e innecesaria a mujeres e incluso niños, no se conforma con el anuncio de Morales de suspender las obras de la autovía en discusión, ni acepta el maquillaje de última hora con los cambios de Gobierno.

Los bolivianos quieren que su presidente dé signos creíbles de arrepentimiento, cambie el rumbo de su política o salga, como sus colaboradores, por la puerta de atrás del Ejecutivo.

Sacha Llorenti, hasta hace dos días titular de la cartera de Interior, presentó su dimisión, «porque no quiero convertirme en un instrumento de la derecha, de la oposición que lo que pretende es atacar el proceso de transformaciones estructurales y dañar la imagen de nuestro presidente».

Marcos Forgan, su segundo en el Ministerio, también presentó la renuncia a través de una carta en la que, como su ex jefe, asegura estar al margen de la actuación policial. En la misiva Forgan expresa su «desacuerdo pleno por la forma de intervención en la marcha indígena».

A estas dos dimisiones hay que añadir las del lunes de Cecilia Chacón, ex ministra de Defensa, y la de la directora de Migraciones, María René Quiroga, «por razones de conciencia».

En sus cinco años de gestión Evo Morales ha superado diferentes crisis, pero la actual incorpora ingredientes nuevos. «Se ha roto la alianza con sectores indígenas que durante mucho tiempo consideraron este Gobierno como suyo».

La reflexión del analista Jorge Lazarte tiene una segunda parte: «El escenario es grave porque pone en tela de juicio la identidad política del Ejecutivo, su legitimidad histórica. Se trata de un Gobierno que se declaraba indigenista y en los hechos ha dejado de serlo».

La situación «se le ha ido de las manos, insiste Lazart, el problema ha pasado de ser un conflicto demográficamente pequeño a alcanzar una dimensión nacional, pero detrás de esto ha aparecido otra realidad: el descontento social. Por primera vez desde mediados de 2000 el mensaje es: «No creemos en Evo Morales, no lo queremos». La historiadora Ximena Costa advierte una brecha aún más amplia entre el poder y la población: «La cadena de renuncias en el Gabinete pone de manifiesto dos bloques opuestos en el Ejecutivo.

El núcleo duro lo encabeza el vicepresidente, Alvaro García Linera, con Juan Manuel Quintana y el recién nombrado al frente de Interior, Wilfredo Chávez, un hombre con poder real cuya visión de las cosas se resume en que estas son blancas o negras». El sector moderado «o indigenista» —continúa Costa— lo lidera el canciller Choquehuanca con la ex ministra de Defensa, Cecilia Chacón», pero, a la vista de los cambios de Gabinete, se han impuesto los halcones. «El Gobierno parece encaminarse a su suicidio».

Lazarte resume el estado de un Ejecutivo sin rumbo: «El Gobierno no sabe por dónde salir. Todos quieren salvar su cabeza a costa de la de otros.

La crisis que arrancó con los de abajo —con los indígenas— se ha expresado hacia arriba». Esa idea debe de flotar en las altas esferas de la Paz o, al menos, en el dimitido Sacha Llorenti cuando se esforzó en aclarar: «No abandono el barco porque creo que se está hundiendo».

Sigue sin respuesta la pregunta: ¿quién ordenó arrasar el poblado de indígenas? «Morales es un caudillo que no permite que se tomen decisiones sin que pasen por él, y mucho menos de esa naturaleza. En el supuesto, inverosímil, de que él no estuviera al corriente habría que hacerse otra pregunta: ¿quién gobierna en Bolivia?»

«Parece un escenario cantinflesco, donde nadie asume la responsabilidad de la orden dada», observa el profesor de la Universidad Católica de San Andrés, Carlos Cordero. «El presidente, en lugar de mostrar su arrepentimiento, acusó a los medios, insistió en que estos son la principal oposición y les hace responsable de la crisis. Lo único que ha conseguido con esa actitud es generar más crispación». En este laberinto andino, el brazo ejecutor de las órdenes del Gobierno, el destacamento que atacó a los indígenas mientras estos se defendían con flechas ha quedado abandonado a su suerte. No reciben víveres; son también, en palabras de Cordero, «víctimas de sus propias autoridades».
Fuente: ABC.es

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