“al Estado le sirve la pobreza indígena”, explico el cacique Qom Félix Díaz, que encabeza una lucha
cultural por el uso de la tierra.
A la vera de la ruta 86, una
huella se mete en el monte. El puesto de control de Gendarmería sirve como
aviso de la importancia de ese sendero mínimo que lleva a la vivienda de Félix
Díaz, el cacique qom que encabeza una lucha cultural por el uso de la tierra.
Amenazas, atentados, muertes y golpizas vivió de cerca en los últimos dos años.
Él sostiene el reclamo de mejores condiciones de vida para su gente. ”
Su habitación es una
construcción de troncos de palmeras y adobe sobre piso de tierra. En las cercanías
están las edificaciones similares de sus hijos y unos pocos vecinos. Díaz es el
líder de la comunidad La Primavera, cuyas 800 familias están asentadas, en
forma dispersa, en 5000
hectáreas por las que mantienen una disputa con el
gobierno de Formosa. “Nosotros sobrevivimos día a día y enfrente está un
sistema que tiene todo. No me considero enemigo de nadie, tampoco un ejemplo;
sólo me toca ser vocero del pueblo indígena”, relató el cacique, que ayer fue
ratificado en su liderazgo comunitario.
Díaz compartió su visión sobre
el logro de corporizar el reclamo de los pueblos aborígenes: “A través de
nuestra resistencia se pudo visibilizar la problemática indígena; eso es
importante. Nos consideramos el bastión de la resistencia, los logros fueron
gracias a los hermanos de esta comunidad. Dimos a conocer que existimos y que
el Estado argentino tiene una deuda social con nosotros”.
También comentó el costo de
esa pelea: el riesgo físico para él y su familia. La semana pasada fue muy
golpeado Abelardo, uno de sus cuatro hijos, en una refriega en la que de uno y
otro lado participaron integrantes de la comunidad qom. Sostiene Díaz: “algún
político financia esta división para fomentar violencia entre nosotros”.
Consideró que la agresión a su hijo fue “un mensaje” por su actividad como
líder en los reclamos.
Ese último ataque sucedió en
la zona más sólidamente construida de la comunidad, cerca del edificio de una
planta que es el eje de la vida social, donde funcionan una posta de salud con
un enfermero y una ambulancia de traslado primario; una escuela de nivel
inicial, y la radio local, que sirve de enlace para las familias. Díaz denunció
entonces que el punterismo político se coló dentro de su comunidad a fuerza de
dádivas: “Aprovechan la necesidad de la gente; no estamos en contra de estos
hermanos, sino que los consideramos víctimas de la pobreza que generó el
Estado”.
Tras el nuevo incidente, que
se suma a otros que tuvieron incluso a Díaz como blanco de extraños accidentes
en la ruta 86, el cacique qom ratificó sus convicciones, su vocación por
mantener el liderazgo de su comunidad y su voluntad de no dejar de luchar. Pero
dejó abierta la puerta a las conversaciones: “Si nos dan la posibilidad de
tener un diálogo con respeto y garantías, se pueden resolver los problemas.
Aunque no hay todavía un gesto político que pueda acercarnos”.
Agregó: “no queremos ser
mascotas de nadie, queremos ser actores, voceros de nuestra propia necesidad,
para terminar con el señalamiento de que el indígena es un enemigo social. El
Estado saca provecho de la pobreza indígena, siempre nos exhiben pobres, no nos
miran como seres humanos. Lo ideal es que el Estado nos dé herramientas, porque
capacidades tenemos bastantes y sabemos administrarnos. Pero no tenemos esa
posibilidad, incluso nos niegan los accesos a planes y salud por reclamar
nuestros derechos”.
En el monte se vive día a día.
A 180 kilómetros
de la capital provincial no hay grandes proyectos que vayan más allá de
sobrevivir. Díaz enumeró las presiones recibidas, algunas en forma de amenazas
directas, otras de modo de condicionar la vida, como la anulación del permiso
de contar con maestros primarios de la propia comunidad o la negativa de anotar
a niños nacidos fuera de los hospitales.
“Cada vez hacen algo más para
que aflojemos y tomemos partido. Pero no queremos pertenecer a la oposición o
al oficialismo, sino mantener nuestra figura indígena, estar en condiciones de
desenvolvernos libremente. Para el poder es difícil porque el indígena es una
fuente de recursos importante, ya que el Estado pide a las agencias financieras
internacionales subsidios a nombre de los pueblos aborígenes para levantar
viviendas, salas de primeros auxilios, ambulancias, pero al final ese dinero no
llega a las comunidades. Al Estado le conviene la presencia del indígena pobre
para pedir financiamiento en el exterior y, con ese dinero, comprar
voluntades”, argumentó Díaz.
Para el cacique, el mayor
riesgo es el porvenir de sus hijos, no sólo por la agresión que sufrió uno de
ellos, sino por las consecuencias inmediatas de su representación comunitaria:
“ellos no pueden cobrar subsidios y no se les da trabajo por ser mis hijos.
Estamos sobreviviendo en este rincón del país con esta miseria. Y lo vamos a
seguir haciendo. El peligro es constante, pero considero que hago algo
honesto”.
Fuente : La Nación
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